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La sombra que Rusia proyecta sobre Europa la ha obligado a aceptar que el riesgo de guerra es real

Por: Administración
2025-12-25 14:51:13
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CNN. Cuando un grupo de expertos en defensa se reunió en Whitehall, la sede del Gobierno británico, el mes pasado para discutir cuán preparados estaban el Reino Unido y sus aliados para una guerra que creen que podría estallar en los próximos años, su veredicto fue bastante sombrío: no lo están.

Los asistentes a la conferencia, organizada por el centro de estudios londinense Royal United Services Institute (RUSI), no eran belicistas; eran personas bien informadas. Miembros y exmiembros de las fuerzas armadas, funcionarios gubernamentales y de la OTAN, investigadores y profesionales de la industria de defensa, cuyas ideas se basan en la evaluación, ampliamente aceptada por los servicios de inteligencia, de que Rusia se prepara para la posibilidad de un conflicto directo con Europa.

La única manera de evitar que eso suceda, dicen, es asegurarse de que si estallara una guerra, Europa ganará.

Una mayor inversión en la defensa europea, que sufre una escasez crónica de fondos, es clave, pero los expertos en seguridad advierten cada vez más que también se necesita un cambio radical de mentalidad en todos los ámbitos.

Es hora, afirman, de que los Gobiernos europeos involucren a sus ciudadanos y dejen claro que la época en que Europa podía ignorar la amenaza de la guerra ha terminado.

“Creo que hay indicios de que las sociedades están dispuestas a tener esta conversación, pero creo que también estamos viendo Gobiernos que aún no tienen la confianza suficiente para tener esa conversación con sus públicos”, declaró Sam Greene, profesor de política rusa en el King’s College de Londres y experto en resiliencia democrática.

Existe un creciente consenso entre los expertos de que Rusia ya está librando una guerra híbrida contra Occidente mediante operaciones de sabotaje e infundiendo caos y desinformación en los debates políticos internos.

Señalan la abrumadora evidencia, incluyendo repetidas incursiones en el espacio aéreo de la OTAN por parte de aviones y drones rusos e interferencias de GPS en el Báltico, así como campañas de desinformación y ataques de sabotaje contra infraestructuras críticas en múltiples países, cuyo origen se ha atribuido a los servicios secretos rusos.

Rusia ha negado sistemáticamente su implicación.

Greene manifestó que estos ataques ya han cambiado la opinión de muchos en Europa, aunque algunos políticos siguen sin estar dispuestos a calificarlos directamente de guerra híbrida.

“Creo que la gente está asustada, sobre todo a medida que esto se hace más visible”, opinó. “Vemos drones fuera de los aeropuertos, y creo que hay una creciente sensación de que probablemente sea solo cuestión de tiempo antes de que uno de estos drones derribe un avión de pasajeros”.

Temores del Báltico

Si bien Moscú no ha llevado a cabo ningún ataque directo contra aliados de la OTAN en Europa (los expertos dicen que esto se debe en parte a que Rusia sabe que no podría derrotar a la alianza con sus capacidades actuales), hay cada vez más señales de que esto podría cambiar en el futuro.

El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, advirtió a principios de este año que Rusia podría estar lista para usar la fuerza militar contra la alianza en un plazo de cinco años.

El ministro de Asuntos Exteriores de Alemania, Johann Wadephul, se hizo eco de esa advertencia en un discurso pronunciado el mes pasado, en el que afirmó que los servicios de inteligencia alemanes creen que Moscú “al menos mantiene abierta la opción de una guerra contra la OTAN a más tardar en 2029”.

El presidente ruso, Vladimir Putin, dijo a principios de diciembre que, si bien Rusia no planea entrar en guerra con Europa, “si Europa de repente quiere entrar en guerra con nosotros y comienza, estamos listos ahora mismo”.

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, habla durante una reunión del Consejo de la Organización del El consenso entre los países bálticos es que un ataque contra ellos podría ocurrir tan pronto como dentro de tres años.

Cuando investigadores del Centro Belfer para la Ciencia y los Asuntos Internacionales de la Escuela Kennedy de Harvard analizaron las advertencias y predicciones de diversos funcionarios sobre la disposición y voluntad de Rusia para lanzar una guerra contra la OTAN, descubrieron que los años más mencionados son 2027 y 2028.

El reconocimiento de esta amenaza ha llevado a la OTAN a desarrollar planes de contingencia para defenderse de una posible agresión rusa contra los países bálticos.

Pero los expertos advierten que los planes de la alianza no se sostienen.

“Existe un plan, con cifras. Pero los Gobiernos no están tomando las medidas necesarias para implementarlo. Seguimos planificando con base en cosas que no existen”, afirmó Jack Watling, investigador principal del RUSI.

Destacó el riesgo de intentar estructurar una respuesta de defensa basándose en una lista de deseos en lugar de en la realidad, en lugar de aceptar los recursos disponibles y planificar con base en ellos.

A principios de este año, el Gobierno británico encargó a tres expertos de alto perfil —el exjefe de la OTAN George Robertson, el general Richard Barrons, exjefe del Mando Conjunto de Fuerzas, y Fiona Hill, exdirectora sénior del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos— que realizaran una revisión estratégica de la defensa del Reino Unido.

El trío presentó un manual sobre los pasos necesarios para estar preparados para la guerra.

Hablando en el evento RUSI el mes pasado, Barrons apuntó que el Reino Unido debe repensar la resiliencia de su infraestructura, fortalecer sus fuerzas armadas, reservas y defensa civil e invertir en su servicio de salud, industria y economía, para permitir un rápido cambio a un pie de guerra.

“Francamente, no necesitamos mucho más análisis para saber qué debemos hacer. El problema es que realmente debemos hacerlo”, indicó y señaló que “la sociedad civil y nuestros políticos” tienen otras preocupaciones como la razón de la falta de prisa.

Si bien el Reino Unido está avanzando en la dirección correcta, opinó, al ritmo actual el país tardaría unos diez años en estar preparado para una guerra.

“Y nuestro análisis y nuestros aliados nos dicen: bueno, quizá tengan de tres a cinco años… así que esto es cuestión de voluntad, tanto social como política, y luego de competencia. Quizás debamos hacerlo mejor”, subrayó.

Dividendo de paz

Muchas capitales europeas, incluida Londres, han pasado las últimas décadas sin pensar demasiado en la defensa. Sin grandes conflictos militares directos en el continente desde 1945, Europa ha disfrutado del periodo de paz continua más largo en siglos. Estas décadas de relativa calma trajeron consigo un importante dividendo de paz.

Los sucesivos Gobiernos pudieron invertir en bienestar social en lugar de en defensa, haciendo la vida del ciudadano europeo mucho más cómoda, mientras contaban con el apoyo de Estados Unidos, el mayor inversor militar del mundo, para acudir al rescate en caso de necesidad.

Luego vinieron dos duros despertares: un presidente de EE.UU., Donald Trump, que dejó en claro a los aliados de la OTAN que ya no podían depender tanto de Estados Unidos, y la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia.

Este cambio radical del statu quo impulsó a la mayoría de los miembros europeos de la OTAN a aumentar el gasto en defensa.

Según datos de la OTAN, 31 de sus 32 miembros cumplirán el objetivo de gastar el 2 % de su PIB en defensa este año, frente a solo seis en 2021, el año anterior al lanzamiento de la invasión rusa a Ucrania.

Islandia, miembro fundador de la OTAN y el único país que se prevé que no alcance el objetivo, no cuenta con fuerzas armadas propias. En cambio, contribuye financieramente, con personal civil y con sistemas de defensa aérea y vigilancia.

Los miembros de la OTAN acordaron en junio aumentar el objetivo al 5 % del PIB para 2035.

Sin embargo, muchos analistas son escépticos respecto a esta meta, especialmente porque la mayoría de los países europeos enfrentan presiones financieras incluso sin pensar en un aumento masivo de su gasto de defensa.

Explicar a los votantes que tal vez sea necesario reasignar algunos recursos y que tal vez más personas deban servir en la reserva o en las fuerzas regulares no es algo que la mayoría de los políticos quieran hacer.

Varias encuestas del Eurobarómetro, que miden la opinión pública en toda la Unión Europea, mostraron este año que una abrumadora mayoría de los europeos (el 78 %) está preocupada por la defensa y la seguridad de la UE en los próximos cinco años.

Un tercio de los ciudadanos cree que la defensa debería figurar entre las prioridades de gastos del bloque.

Sin embargo, el general Fabien Mandon, jefe de las fuerzas armadas de Francia, provocó indignación el mes pasado cuando advirtió al público francés que el país necesitaba prepararse para posibles pérdidas futuras contra la agresión rusa, y manifestó que la nación debe “aceptar la pérdida de sus hijos” para “proteger lo que somos”.

Robin Potter, miembro de la academia del grupo de expertos Chatham House, con sede en el Reino Unido, opinó que la voluntad de la gente en toda Europa de comprender la amenaza y participar en una lucha contra ella varía significativamente.

“Si estás en el este, si quizás limitas con Rusia, si estás en Polonia o en los países bálticos, la amenaza es muy real para la gente allí, y están tomando muchas más medidas en términos de refugios públicos porque creen que el riesgo de un ataque aéreo es mayor”, apuntó.

Suecia y Finlandia actualizaron el año pasado las directrices para sus ciudadanos sobre cómo sobrevivir a la guerra, distribuyeron folletos con instrucciones sobre cómo prepararse para fallos de comunicaciones, cortes de electricidad y condiciones meteorológicas extremas.

Varios países, como Lituania, Letonia y Suecia, han reintroducido el servicio militar obligatorio en la última década, mientras que otros, como Alemania, Polonia, Bélgica, Rumanía y Bulgaria, han implementado programas de entrenamiento militar voluntario para sus ciudadanos.

Potter comentó que los ciudadanos con una confianza más profunda en las instituciones de sus países tienen más probabilidades de aceptar sacrificios por el bien común.

“Si las personas sienten que el Estado trabaja para ellas, probablemente estén más inclinadas a querer retribuir algo”, afirmó.

Señaló a los estados nórdicos, que consistentemente ocupan un lugar destacado en bienestar, felicidad y bienestar, y donde el concepto de deber cívico y “defensa total” —donde cada ciudadano, empresa y organismo público participa en un esfuerzo bélico si es necesario— está profundamente arraigado.

“Creo que existe la duda de si se puede simplemente tomar ese modelo y aplicarlo a una sociedad muy diferente, con muy poca confianza en las instituciones públicas en comparación, como el Reino Unido”, manifestó.


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